El polémico impuesto a los obesos
Casi todos los azúcares simples se metabolizan rápidamente y desestabilizan los niveles de insulina, lo que contribuye a la mayoría de las enfermedades crónicas. La fructosa no es una excepción. Por tanto, evite la fructosa lo mismo que lo haría con el azúcar de mesa. Esto no significa que deba evitar ni la fruta ni los vegetales. Eso sí: cualquier bebida con fructosa se deberían evitar.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS, que el lunes 07/04 cumplió 66 años. Fue fundada en 1948), la ingesta máxima de azúcar debe ser de 50 gramos al día en adultos, que equivalen a 10 cucharitas de café.
Sin embargo, ante la epidemia global de obesidad y diabetes, el organismo que depende de Naciones Unidas, propuso reducir la recomendación máxima a 25 gramos de ingesta máxima diaria, o sea 5 cucharitas de café.
La propuesta está sobre la mesa para que especialistas de todo el mundo hagan sus observaciones y, con éstas integradas, lanzar durante abril de 2014 la indicación final.
Para tener una idea, la OMS distribuyó un ayuda-memoria:
> 1 cucharada de Ketchup o de Catsup contiene 4 gramos de azúcar, 1 cucharita de café.
> 1 lata de refresco endulzado con azúcar contiene hasta 40 gramos (10 cucharitas de café).
Los azúcares proveen de energía al cuerpo humano y están contenidos en el grupo de alimentos que se denominan carbohidratos, que se dividen en
> simples (frutas, productos lácteos, algunas verduras, cerveza, azúcar de mesa y miel). La energía que aportan se absorbe de manera rápida y no aportan ningún otro nutriente al organismo: son alimentos con calorías "vacías". Si no se gasta, se convierte en grasa; y
> complejos (las legumbres, las verduras ricas en almidón, los panes y los cereales integrales). Es energía de mayor calidad que dura más tiempo y aporta fibra o vitaminas y minerales.
En cualquier dieta se sugiere que el 55% corresponda a carbohidratos, y de éste, sólo el 5% a los simples.
Azúcar, fructosa y glucosa
Con sólo 16 calorías por cucharita, el azúcar es una sustancia tan adictiva como la sal, o las drogas. El alto consumo de azúcar se encuentra vinculado a: diabetes, hipertensión, arterioesclerosis, obesidad, cáncer, alzheimer, candidiasis, eczema, síndrome premenstrual, etc.
La fructosa, la más dulce de los azúcares, es un hidrato de carbono simple también conocido como azúcar de fruta o levulosa, encontrada en los vegetales, las frutas y la miel. La fructosa ha sido utilizada tradicionalmente como edulcorante para los diabéticos. Cuando la fructosa se une a la glucosa forman la sacarosa, comúnmente conocida como azúcar de mesa, azúcar de remolacha o azúcar de caña.
Al consumir azúcar (sacarosa) el sistema inmunológico se debilita durante 6 horas, lo que nos hace más vulnerables a los gérmenes, virus y bacterias nocivas.
Por otro lado, el azúcar reduce las ganas de comer alimentos nutritivos tales como las verduras.
Pregunta que muchos se hacen: si el azúcar puede ser malo, ¿los edulcorantes son una opción?
Tal como sucede siempre, el problema es la cantidad de edulcorante ingerido: si es mucho más alta de lo recomendado, las consecuencias son negativas.
Los edulcorantes, en muchos casos, son más dulces que el azúcar.
El aspartamo es 220 veces más dulce que el azúcar. La sucralosa es 600 veces más dulce que el azúcar. La sacarina es 200 a 700 veces más dulce que el azúcar. Los ciclamatos son 30 veces más dulces que el azúcar (pero algunos estudios demostraron que podían causar cáncer de vejiga y por ello fueron prohibidos).
El edulcorante más apropiado es la stevia, porque es de origen natural.
Pero ese es tema para otro día. Regresemos al tema: si no es azúcar, ¿glucosa o fructosa?
Tanto la glucosa (menos dulce y con efecto saciante) como la fructosa (más dulce y más fácil de acumular en forma de grasa) son formas comunes del azúcar común. Otra vez: la sacarosa (azúcar común) se forma a partir de la glucosa y la fructosa.
Las diferencias entre ambas no son tan grandes como pueda parecer, de hecho la mayoría de los alimentos tanto procesados como naturales contienen tanto glucosa como fructosa.
Ahora, más del 66% de los estadounidenses sufren de sobrepeso (otros países no llevan encuestas tan meticulosas y regulares), y casi a 33% se les considerada clínicamente obesos.
Y ocurrió pese a que el consumo de fructosa -una combinación de sucrosa y jarabe de fructosa de maíz-, creció notablemente como resultado del constante incremento de azúcares añadidos en la dieta contemporánea.
En el pasado se consideraba que la fructosa era beneficiosa porque su ingesta no aumentaba el índice glicémico ni la producción de insulina, tal como sí lo hacían la glucosa y los carbohidratos complejos.
Sin embargo, otros factores hormonales sugieren que la fructosa contribuye a más enfermedades que la glucosa. Además, la fructosa se metaboliza en grasa en el hígado.
Lo nuevo
Los defensores de la fructosa afirman que es su demonización es un error, y que su papel en la obesidad no es tan importante como se creía. Por eso, reemplazar fructosa por glucosa, tal como a menudo se recomendaba, no mitiga el riesgo de sobrepeso.
Un estudio realizado por el equipo del médico John Sievenpiper, del Hospital St. Michael, en Toronto (Canadá), ha comprobado que no hay beneficios en el reemplazo de la fructosa por glucosa en alimentos preparados industrialmente. Esto, por supuesto, no significa que un consumo excesivo de fructosa, glucosa u otros productos comparables no vaya a conducir a un aumento de peso o a otros problemas de salud.
Utilizando datos de ensayos clínicos realizados en el marco de investigaciones previas, Sievenpiper y su equipo compararon los efectos de la fructosa y los de la glucosa en referencia a distintos factores de riesgo para la salud. En el estudio se encontró que el consumo de fructosa puede incrementar el colesterol total y los triglicéridos postprandiales, un tipo de grasa presente en la sangre.
Sin embargo, la fructosa no parece afectar más de lo que hace la glucosa a la producción de insulina, ni a los valores de otras grasas en la sangre, ni a indicadores de la enfermedad de hígado graso.
De hecho, la fructosa mostró beneficios potenciales mayores que los de la glucosa en algunas categorías de factores de riesgo importantes.
Sievenpiper atribuye las conclusiones de estudios anteriores que apuntaban a que la fructosa era la principal causa de la obesidad, al hecho de que la fructosa es metabolizada de modo diferente a como se metaboliza la glucosa.
"A igualdad de condiciones en cuanto a cantidad de calorías, encontramos que la fructosa puede en realidad ser mejor que la glucosa para ayudar a mantener valores aceptables de peso corporal, presión arterial y control de la glucemia", afirmó Sievenpiper, quien alertó, sin embargo, sobre los riesgos del consumo excesivo.
Ese consumo por encima de lo recomendable, y no el tipo concreto de azúcar que se consuma, es lo que entraña un riesgo significativo de aumentar de peso por encima de lo saludable.
Los investigadores han concluido que, sin embargo, pequeñas cantidades de fructosa (presentes naturalmente en frutas, por ejemplo) son probablemente benignas e incluso pueden tener efectos metabólicos favorables. Pero no más que eso.
El impuesto
Por lo tanto, no hay azúcar buena y azúcar mala. El organismo puede tolerar pequeñas cantidades de azucar pero hay que respetar el tope.
Ahí aparece el tema del impuesto, que hoy día avanza en Chile, Colombia y Brasil.
En Chile, el proyecto de ley de reforma tributaria que durante marzo ingresó al Congreso, incluye un aumento de 5% al impuesto de las bebidas azucaradas (que ya están gravadas en 13%). De acuerdo con la propuesta, el aumento será para las bebidas analcohólicas (sin alcohol) que sean clasificadas por el Ministerio de Salud como bebidas “altas en azúcar” (sin especificar todavía cuáles).
Según Tito Pizarro, jefe de la División de Políticas Públicas, Saludables y Promoción del Ministerio de Salud de Chile, falta definir si se incorporarán o no los jugos en polvo azucarados.
La medida, además de recaudar más impuestos, pretende disminuir el consumo de estos productos con el argumento de detener la obesidad, diabetes, hipertensión y muerte.
Según un estudio de la Universidad de Harvard (Massachusetts, USA), el consumo regular de bebidas con azúcar (gaseosas, jugos y energéticas) es responsable de la muerte de 180.000 personas al año en el mundo: 133.000 de ellas por diabetes; 44.000 por enfermedades cardiovasculares y otras 6.000 por cáncer. Es decir, 1 de cada 100 muertes en el mundo se debe a las bebidas azucaradas, no distinguiendo entre fructosa ni glucosa ni sacarosa.
El consumo de azúcar genera una mayor secreción de insulina (hormona que regula la cantidad de azúcar en las células del cuerpo), aumentando la formación de grasa abdominal, y con ello, el riesgo de diabetes y otras enfermedades.
Según Cecilia Albala, nutricionista de la Academia Chilena de Medicina, actualmente, los chilenos consumen hasta 100 gramos diarios de azúcar agregada, cuando el tope era 50 gramos y ahora la OMS dice 25 gramos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que para que el impuesto tenga un impacto real en el freno de la obesidad y las enfermedades cardiovasculares, el impuesto debe ser de, al menos, una alícuota de 20%. Y los recursos generados deberían destinarse a problemas de salud y el fomento de productos sustitutos más sanos (disponibilidad de agua potable, por ejemplo), y medidas adicionales que multipliquen su impacto.
La Universidad de Oxford (Reino Unido) publicó un estudio en que estableció que un impuesto del 20% a las bebidas reduciría en 180.000 el número de adultos obesos en Gran Bretaña, y en 285.000 los que tienn sobrepeso.
El representante de la Organización Panamericana de la Salud en Chile (OPS), Roberto del Aguila, advirtió sin embargo que, aunque el 5% extra que se gravará en Chile ayudará a reducir el consumo, no necesariamente mejorará los índices de salud.
Una investigación de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Yale (New Haven, Connecticut, USA), que analizó las tasas impositivas sobre estos productos en varios estados de USA -que en promedio es de 3%-, concluyó que el Indice de Masa Corporal (IMC) baja en promedio sólo 0,003 punto por cada 1% de impuesto. “Nuestros resultados sugieren que las actuales tasas de tributación de los refrescos en la mayoría de los Estados no son eficaces para modificar sustancialmente el consumo de los adultos”,escribió Jason M. Fletcher, autor del estudio.
Sin embargo, algunos países sí tomaron el asunto con seriedad, incrementando el impuesto a las bebidas como medida sanitaria.
Noruega lo hizo en 1981.
Samoa en 1984.
Australia en 2004, aunque con una tasa de 10% pero no sólo en refrescos, sino también en dulces, galletas, entre otros.
En México, el impuesto fijado en enero de 2014 es de US$0,08 por cada litro de bebida (10%) y todo lo que se recaude será destinado a programas de salud e incrementar los expendedores de agua en colegios. Según los estudios que se presentaron durante la discusión de la ley, un aumento en el precio del refresco del 20% se asocia con una reducción del consumo del 26%.
En 2011, Francia también se unió a la tendencia pero la industria de bebidas insiste en que la medida sólo busca recaudar mayores ingresos y no promover una alimentación sana entre la población.
A la fecha, unos 20 países en el mundo han gravado con más impuestos las bebidas azucaradas. Y el debate se extiende por más países.
